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Historia de Luarca

Primeros poblamientos
Paleolítico Inferior y Medio

Primera mención a Luarca
Año 912
Las primeras noticias sobre poblamiento humano del actual territorio del concejo de Luarca datan del Paleolítico Inferior y Medio, concretamente del período cultural achelense, en cuyo transcurso se estableció por algún tiempo en el cabo Busto uno de los más antiguos pueblos que se asentaron en el norte peninsular. El lugar elegido era especialmente apto para la caza y la recolección, y sus moradores nos dejaron interesantes muestras de sus líticos utensilios diarios: bifaces, raederas, hendidores, etc. El yacimiento, uno de los más antiguos de Asturias, fue descubierto por José Manuel González; en 1992 el equipo dirigido por el profesor José Adolfo Rodríguez Asensio emprende una investigación sistemática de la zona del cabo Busto, que, según sus palabras, «posiblemente pueda aportar importantes datos en relación a los momentos de paso entre el Paleolítico Inferior y el Paleolítico medio». Los resultados de esas excavaciones arqueológicas recientes han puesto de manifiesto que estos lugares estaban ocupados por el hombre hace aproximadamente 50.000 años, en el periodo comprendido entre las dos primeras etapas paleolíticas. Otros testimonios, como el dolmen de Paredes o el menhir de Ovienes, permiten suponer que dicha presencia se prolongó a lo largo de la Prehistoria, continuando en época castreña —lo cual es avalado por la presencia de varios castros— hasta llegar a la dominación romana. Como afirman Mónica Díaz y M.ª Teresa Costales, «otros grupos humanos, probablemente desgajados del anterior [achelense], imprimieron sus huellas, en evolución hasta el Musteriense de tradición achelense, por Caroyas, playa del Bozo o Ribón, huellas que perviven durante los primeros estadios de la glaciación würmiense».

Luarca en 1860El hallazgo de instrumental propio de la cultura asturiense en tierras de Luarca y Cudillero confirma la existencia en el centroccidente asturiano de población epipaleolítica, con una alimentación basada fundamentalmente en moluscos y mariscos. La industria lítica de entonces es tosca y muy pobre, y se caracteriza por el «pico asturiense», un utensilio de arranque tallado en cantos de cuarcita de forma alargada y aplastado, como el descubierto en la rasa de San Martín de Santiago, cerca de Luarca.

Las necrópolis tumulares megalíticas se sitúan en zonas fronterizas con los concejos de Cudillero, Salas, Tineo y Villayón, o del interior, caso de La Granda, San Pelayo de Teona, La Ronda, Piedrafita y Villauir. La más destacada es la necrópolis megalítica de Xugadoiro (aldea de Los Corros — parroquia de Ayones), formada por siete túmulos, alguno todavía con cámara ortostática.

La representación castreña es abundante por estos lares. Son ocho los castros identificados: La Cogocha, en San Miguel de Canero; Peña Castiel, en Luarca; El Castiecho, en Otur; La Porida, en Trevías; El Castiecho, en Barceda (La Montaña); El Castro, en Carcedo; El Castiecho, en Cajós (La Montaña), y el Cerco los Moros, en Paredes. Como ninguno ha sido excavado, no resulta posible fijar su fundación. Según J. M. González, todos ellos estarían emplazados en un área «periférica» respecto de las posiciones de los pésicos, pueblo prerromano que habitaba en el convento de los astures, pero que debía de poseer algunos rasgos propios que lo diferenciaban de otros más específicamente astures. M. Díaz y M. T. Costales sostienen que la mayor parte de los castros del interior se relacionan con explotaciones auríferas de tiempos romanos, en tanto los costeros, más sencillos y pequeños, parecen estar vinculados con el control de la vía romana hacia Lugo (Lucus Augusti). La reja de arado de Llendecastiello, hallada en el castro de La Porida, es muy posiblemente de época romana, aunque ligada a las formas prerromanas (celtibéricas).

La colonización romana, explicable en gran parte por la riqueza aurífera de la comarca, supuso la adscripción de estas tierras al Conventus Asturum. Esta etapa histórica dejó constancia monumental y epigráfica a través de la estela funeraria de Ovienes y la lápida con inscripción dedicada a Júpiter, descubierta en El Rellón de Merás y actualmente desaparecida, que fue copiada del original por Rafael Díaz Argüelles en 1830. Pero su legado más importante son los restos de esas actividades mineras existentes en la cuenca luarquesa del Esva o Canero: Campo de la Romana y Prado de la Molina —Bustiello de Paredes—; playa de Cadavedo —La Ribeirona—; Carcabones de Merás (Paredes); Muñás de Abajo (Carcedo); Trevías; Agüeras, y Longrey, que se manifiestan tanto en yacimientos en roca como en aluvión.

Es durante la Edad Media cuando adquiere personalidad propia el concejo de Luarca, cuyo topónimo surge de la contracción de la expresión valle de Ese (Esva), el río articulador de este espacio. Con dicho nombre, perdido en 1909 y hoy felizmente recuperado, aparece por vez primera citado en el códice del Libro Registro de Corias con fecha de 1038, año en que Oveco Rodríguez dio al monasterio de Bárcena «unam uillam in Muannes, territorio Ualdes» («una villa en Muannes, territorio de Luarca»). La primera mención escrita a la villa de Luarca se fecha en un documento del año 912, pero tanto éste como otro anterior relativo a algunos lugares luarqueses son falsos diplomas pelagianos (obispo Pelayo).

Luarca en 1878En los siglos X y XI los monasterios consiguieron la administración total de un vasto territorio sólo en parte de su propiedad. La crisis social y religiosa que padeció Asturias después del traslado de la Corte a León quedó paliada por un apogeo monástico que tiene su momento culminante en el XI, centuria, asimismo, de auge religioso, que se traduce en un creciente fervor popular hacia las reliquias de San Salvador de Oviedo y en el incremento del peregrinaje a la Catedral ovetense y a Santiago de Compostela. En la baja Edad Media, la ruta costera del Camino se poblaba de peregrinos que atravesaban Luarca, un concejo jalonado por albergues y hospitales; la vía jacobea dejaba el término municipal cruzando El Ríu Barayu, éste con malatería próxima desde el siglo XIII.

«Las principales iglesias luarquesas con título monástico eran San Miguel de Trevías, San Martín de Aguía o Aya (Villanueva, Trevías) y San Miguel de Canero que, con otras posesiones y villas, pertenecían a los dos grandes centros monásticos occidentales: San Juan de Corias [concejo de Cangas del Narcea] y San Miguel de Bárcena [concejo de Tineo]» (M. Díaz y M. T. Costales); el primero de ellos comienza a tener propiedades en Luarca a mediados del XI y, entre 1138-1232 —calificada como fase de consolidación del dominio por E. García García—, esta zona es uno de los espacios básicos del patrimonio de Corias, aún en época bajomedieval.

A partir de finales del XIII, la nobleza y las pueblas disputaron y recortaron gradualmente las posesiones y privilegios eclesiásticos.

Un acontecimiento clave en la historia del concejo es la concesión por parte de Alfonso X el Sabio, en la ciudad de Burgos, de la Carta fundacional de la Puebla de Valdés (concejo de Luarca), el jueves 29 de mayo de 1270; desde esa fecha quedan protegidos —por un Fuero o Privilegio real reconocedor de sus derechos— sus habitantes, que, sometidos hasta entonces a la ley del más fuerte, habían pedido con insistencia justicia al Rey porque «rescebían muchos males y muchos tuertos de caballeros e de escuderos y de otros homes malfacedores que les robaban e les tomaban lo suyo sin su placer...», de ahí que solicitasen un lugar «que toviésemos por bien en que poblasen y les otorgásen nuestros realengos». El lugar escogido para el emplazamiento de la puebla fue, en Luarca, el granero de Santiago de Arriba. Los límites territoriales fijados en el texto foral de 1270 casi coinciden con los actuales; la única modificación administrativa se produce a mediados del siglo XIX (Real Orden de 12-3-1851), momento en que se incorporan al concejo las parroquias de San Salvador de la Montaña, Boronas y Hervedosa, desgajadas del término municipal de Navia.

Bergantines en 1870Luarca, la antigua población pesquera convertida en puebla carente de cerca amurallada, nacía con una clara misión de centralización administrativa y económica del territorio concejil. La Carta Puebla, atenta a la vocación marítima de la cabecera comarcal, regula las actividades pesqueras; así, reserva «el Puerto de Vallenación e Portazgo de Luzdes y de los otros navíos que vinieren de defuera parte», exonerando a los «pobladores de esta Puebla y de su alfoz [término] de portazgos ni derechos ningunos de lo que pescaren con los sus navíos». A partir de las prerrogativas fundacionales, el puerto de Luarca llega a lograr una gran prosperidad, transformándose en el motor económico que sitúa a la villa a la cabeza del concejo.

La capital luarquesa aportó un navío suyo a la flota que, mandada por el almirante Bonifaz en 1248, conquistó Sevilla luego de remontar el río Guadalquivir. En 1338 Luarca figura ya citada entre los puertos con derecho a la importación y distribución de la sal (alfolí), gracias al Ordenamiento dado por Alfonso IX el 28 de abril de ese año en Burgos. La pesca de la ballena no fue ajena a este intenso dinamismo pesquero, nombrándose en la Carta Puebla de Valdés (concejo de Luarca) el Puerto de Vallenación o Vallenarán. Ya en tiempos bajomedievales los pescadores, armadores y comerciantes de Luarca constituyeron la Cofradía de Mareantes para la defensa de unos intereses comunes vinculados a la actividad marítima.

Al amparo del gran desarrollo de la industria pesquera del s. XIII y de los privilegios mercantiles e industriales de que goza (exención de impuestos sobre la circulación de bienes, alfolís, derechos de explotación maderera), Luarca gana en tamaño y relevancia, hasta el punto de llegar a contar en el siglo XIV con una colonia de judíos o judería; en las centurias siguientes el caserío de la puebla se verá notablemente incrementado y sometido a cambios.

Luarca se adhirió prontamente a las hermandades de concejos, que consiguieron pleno protagonismo en los siglos XIII y XIV, activando la vida política municipal. Estas asociaciones, junto con las Cortes, lucharon por defender sus derechos frente a las apetencias de dominación de los señores en momentos de debilidad del poder real. En 1277 Luarca participa en la primera hermandad municipal, rubricada en 1277 en el alto de La Espina; nacía para la mutua defensa de las principales pueblas occidentales: Pravia, Grado, Salas, Somiedo, Luarca, Tineo, Cangas y Allande. En 1315 Ruiz Peláez asiste, en representación de esta puebla, a las Cortes de Burgos que decidieron crear la Gran Hermandad del Reino. El concejo luarqués es uno de los que acuerdan en 1367 apoyar la causa del rey don Pedro contra su hermanastro Enrique. El municipio pierde su condición de realengo al haberlo legado en 1374 el rey Enrique II a su hijo bastardo, el conde don Alfonso; en 1395 la recupera nuevamente. «Una de las últimas manifestaciones de asociación intermunicipal, la de las Cinco Villas, cuya primera referencia aparece documentada en 1462, integró voluntariamente a Grado, Pravia, Salas, Luarca y Miranda en una hermandad que solicitó de la Corona el reconocimiento de una personalidad jurídica y capacidad de gestión unitarias. Los Reyes Católicos dejaron en manos del corregidor del Principado la aprobación de esta integración que acabó constituyendo uno de los partidos de la futura Junta General del Principado de Asturias» (M. Díaz y M. T. Alvarez).

Puerto en 1890En la Edad Moderna (ss. XVI, XVII y XVIII), la jurisdicción del concejo de Luarca abarcaba 13 parroquias y un anexo, con un total de 189 aldeas, lugares y caserías, contando las 42 brañas vaqueiras o de los vaqueiros de alzada (véase apartado «vaqueiros»), un grupo étnico socialmente diferenciado y marginado, ocupante de parte de las tierras altas municipales, en las que establecían sus pueblos de invierno; su género de vida trashumante chocaba con el de los aldeanos sedentarios del retropaís (xaldos) o de la zona costera (marnuetos) y provocaba roces con las autoridades civiles y eclesiásticas.

Las Actas de la Junta General del Principado correspondientes a 1594 recogen la aprobación de la primera división judicial de la provincia asturiana en cuatro partidos: Llanes, Villaviciosa, Avilés y los Cinco Concejos (Grado, Pravia, Salas, Luarca y Miranda).

Para hacer frente con éxito a las ofensivas marítimas de franceses (en 1542 tuvo lugar la Cuarta Guerra contra Francia) e ingleses (flotas regulares o corsarios, varias veces repelidos durante la 2ª mitad del XVIII) Luarca hubo de pertrecharse convenientemente en esos tiempos modernos; el resultado fueron las fortificaciones artilladas de La Atalaya y de La Punta de Castiel. En 1765 se procede a la renovación de la batería de La Blanca, eficaz protectora de la navegación por mar hasta pasada la guerra de la Independencia. En el transcurso de dicho conflicto contra el invasor francés (1808-1814), Luarca llegó a ser, por algún tiempo, capital de la provincia. Aquí se trasladó la Junta Superior de Armamento (4 de marzo de 1810) y otros organismos militares, y aquí llegó también el general galo Bonet (2 de mayo de 1810), quien terminó retirándose obligado por una reorganización de las tropas de Napoleón.

Fenómeno importante será durante los siglos XIX y XX (Edad Contemporánea) la emigración a América, especialmente a Cuba y Argentina, dando muestra de la riqueza de los que de allí regresaron las numerosas casas de indianos que se pueden contemplar en la villa y sus alrededores; algunos de ellos dejaron también una profunda huella benefactora.

Luarca, cuyo puerto contó con su primer dique en el último cuarto del siglo XIX, habría de experimentar, en palabras de Juan Fernández Pereiro, una auténtica expansión desde los años finales de esa centuria, «cuando los antiguos terratenientes van convirtiéndose en los empresarios locales cuyas inversiones irán generando un entramado económico más sólido y diversificado (banca, empresa de transportes, industrias de conservación del pescado, metalgráfica)».

El crecimiento deja huella en la fisonomía urbana a comienzos del siglo XX, colonizándose nuevos barrios (La Carretera de Galicia, Malabrigo).

Pero la contienda civil de 1936 vino a truncar dramáticamente ese estado de progreso. La ocupación de Luarca por las tropas nacionales se produjo transcurrido menos de un mes del Alzamiento (18 de julio): el general Mola entró en Luarca, procedente de Galicia, el 8 de agosto de 1936.

Tras una dura posguerra, marcada por la represión y el debilitamiento económico, el concejo comienza a «desperezarse», a mostrar síntomas de recuperación desde los años 50 y 60. Y en la historia local empiezan a acumularse datos y fechas para el optimismo: en 1956 se crea la Junta Municipal y Oficina de Turismo, una clara apuesta por un sector nuevo, que ya es uno de los principales pilares de la economía municipal; en 1962 se estrena el tramo Pravia-Luarca de la línea de ferrocarril Ferrol-Gijón, completándose en 1972 con el trayecto Luarca-Vegadeo; en 1969 se constituye la primera cooperativa democrática de Asturias: la agraria de Carcedo-Muñás, y al año siguiente, surge Valdés-SAT, una empresa lechera de base cooperativa, que acabó vendiéndose muy recientemente a Central Lechera Asturiana (CLAS); el nacimiento en 1970 del Certamen Nacional de Pintura Luarca, hoy, sin duda, el concurso pictórico y escultórico regional de mayor prestigio y renombre; las recientes mejoras en las comunicaciones, con la inclusión de la N-634 y N-632 en el I Plan Nacional de Carreteras; el cuarto lugar alcanzado por su sector pesquero en volumen de capturas...
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